Hoy celebramos a todas nuestras referentes, esas superheroínas multifacéticas que, con sus palabras, tienen el poder de curarlo todo, desde rodillas raspadas hasta corazones rotos.
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La vitamina C siempre ha estado ahí. En el desayuno, en los catarros, en los días que necesitábamos un extra de energía. Pero ahora, más allá del zumo y los recuerdos, se ha colado en nuestros neceseres como un imprescindible del cuidado de la piel.
Cada clima tiene lo suyo. Algunos te regalan días radiantes, otros te obligan a sacar la bufanda… pero todos, de una forma u otra, influyen en cómo se comporta tu piel.
Martina Trabacchi, Medical Communication Specialist y experta en retinal, nos cuenta todos los beneficios del ingrediente.
Es el momento de subir de nivel y apostar por un glow natural que nos acompañe en cada aventura: desde una escapada de Semana Santa hasta un paseo con amigas o ese primer día de playa que tanto esperábamos.
¿Dónde está el equilibrio entre una piel luminosa y una piel con exceso de sebo? Vamos a despejar todas las dudas y a descubrir qué tipo de brillo es el que realmente queremos en nuestra rutina.
Hablaremos de SPF, radiación, caducidad y hasta de cómo integrarlos con tu maquillaje, para que proteger tu piel sea un hábito tan natural como lavar tu rostro.
No todos los antioxidantes son iguales ni actúan de la misma manera en la piel. Algunos destacan por su capacidad para neutralizar radicales libres, otros por su acción calmante o reparadora, y algunos combinan múltiples beneficios en una sola molécula.
Porque regalar bienestar es una forma de decir «te quiero». Y porque cuidar de quienes queremos es el mejor regalo que podemos darles.
Sabemos lo frustrante que es escuchar todo tipo de consejos en TikTok, Instagram o de amigos que juran haber encontrado la cura milagrosa para el acné. ¿Lavar la cara diez veces al día? ¿Ponerse pasta de dientes? Error
Si alguna vez has notado la piel más apagada, tirante o reactiva sin motivo aparente, la contaminación podría estar desempeñando un papel más importante de lo que imaginas.
El frío y el viento pueden resecar los labios, pero muchas veces somos nosotros mismos quienes agravamos el problema sin darnos cuenta.