Más tiempo, más diversión, más emociones: el arte de cuidar desde el juego, con Anna Estapé

Retrato de anna estape con bata blanca sonriendo, en un entorno neutro, transmitiendo confianza y cercanía.

Hay días en los que cuidar a tus hijos parece una coreografía infinita: calmar una rabieta mientras preparas la merienda, poner crema con una mano y contestar un mensaje con la otra, intentar que se dejen vestir mientras corren por el pasillo… Es fácil caer en la inercia y vivirlo como una lista interminable de tareas.

Pero detrás de cada gesto cotidiano, por pequeño que parezca, hay una oportunidad. ¿Y si entre el protector solar y el “no quiero vestirme” estuviéramos también construyendo seguridad, vínculo y amor?

En el nuevo episodio del podcast Happy Healthy Beautiful Lives desde Casa ISDIN, la pediatra y divulgadora Anna Estapé nos invita a mirar el cuidado con nuevos ojos. No como una obligación más, sino como una oportunidad para conectar: con presencia, con juego y con ternura.

Piel, vínculo y salud: mucho más que una barrera física

Primer plano de los pies de un recién nacido sostenidos con delicadeza por las manos de un adulto.

La piel no es solo el órgano más grande del cuerpo; en los niños, es un universo en sí mismo. Su superficie es mayor en proporción a su peso, su sensibilidad más aguda, y su cuidado… absolutamente esencial. Pero Anna va más allá del enfoque clínico. Cuidar la piel, dice, es también un acto de amor. Un gesto que habla de presencia, conexión y vínculo.

“El contacto piel con piel ayuda a los niños a relajar su sistema nervioso, baja incluso el cortisol (la hormona del estrés) y aumenta la oxitocina, conocida como la hormona del amor y del vínculo”, explica. Así, una rutina tan aparentemente sencilla como aplicar crema puede convertirse en un instante mágico: un momento para calmar, abrazar y transmitir seguridad.

“El contacto piel con piel ayuda a los niños a relajar su sistema nervioso, baja incluso el cortisol (la hormona del estrés) y aumenta la oxitocina, conocida como la hormona del amor y del vínculo”.

Anna Estapé, pediatra y educadora emocional

Y aunque todo esto suene profundamente emocional, no podemos olvidar que hay una razón de peso: El 80% del daño solar que recibe nuestra piel se produce antes de los 18 años de vida¹ y la exposición solar es acumulativa. “Cada quemadura en la infancia suma riesgo de cáncer de piel en el futuro. Uno de los mejores regalos que les podemos hacer a los niños y niñas es cuidar de su piel”, afirma Anna con convicción.

El juego como lenguaje del cuidado

Si hay algo que define la infancia es el juego. Los niños aprenden jugando, pero también sienten, procesan y se calman a través de él. Para Anna, traer el juego a los momentos de cuidado no solo los hace más amenos, sino también más efectivos. Aplicar crema o protector solar deja de ser un trámite para convertirse en una pequeña aventura compartida.

Podemos, por ejemplo, pintar topos como un dálmata, rayas como una cebra, o elegir si lo hacemos rápido como una liebre o lento como una tortuga. Incluso poner una canción para marcar el ritmo. “Darles la posibilidad de elegir, de participar, de tener cierto control, hace que se sientan escuchados y más dispuestos”, nos cuenta.

Esta dinámica resulta especialmente útil entre los 2 y los 3 años, cuando empiezan a afirmar su autonomía y, con ella, llega la resistencia. El juego se convierte entonces en un puente para acompañar sus emociones y compartir el momento, sin imposiciones ni batallas innecesarias.

Más allá de una estrategia práctica, jugar mientras cuidamos es también una forma de mirar a los niños con respeto, reconociendo su experiencia y alimentando su confianza.

Rabietas y emociones: acompañar con CONREAR

Niño pequeño abrazado al adulto que lo sostiene, mostrando una expresión de calma y seguridad en un entorno al aire libre.

Las rabietas son inevitables (y necesarias) en el desarrollo infantil. Pero también pueden ser una oportunidad para crecer juntos. Anna comparte su método CONREAR, una guía que propone afrontar estos momentos con calma, respeto y conexión auténtica:

  • CONectar: Primero contigo. Respira, recupérate y luego conecta con tu hijo. Recuerda: no es personal, es su manera (aún inmadura) de expresar lo que siente.
  • Responder: No desde el impulso, sino desde la calma. Sostener la situación sin reaccionar con dureza.
  • Emoción validada: Aceptar lo que siente. Mostrarle que sus emociones son legítimas, incluso las difíciles.
  • Acompañar sin prisas: Ser refugio. Estar ahí sin querer cambiar lo que está sintiendo.
  • Revisar y reparar: Cuando todo se calma, hablar. Reflexionar juntos, ofrecer disculpas si hace falta y buscar formas de hacerlo mejor la próxima vez.

“Soy su refugio. No voy a dejar de ponerle la crema porque haya tenido una rabieta, pero primero necesito conectar con él. No desde la lógica, sino desde la calma”.

Anna Estapé, pediatra y educadora emocional

Antes de hablar, antes de intentar convencer, lo esencial es regularnos nosotras primero. Porque los niños no nos escuchan solo con los oídos: nos leen con todo el cuerpo. Las neuronas espejo hacen su magia en silencio. Si respiramos más lento, si bajamos el tono sin decir una palabra, su sistema nervioso empieza, poco a poco, a imitar el nuestro. Y ahí, desde esa conexión, es cuando podemos ofrecer opciones, acompañar y reconstruir el momento con ternura.

Rituales, emociones y autoestima: la magia de la presencia

Anna insiste en la importancia de validar todas las emociones, incluso las que incomodan, para que los niños se sientan profundamente seguros y amados. **“Si le estoy validando sus emociones le estoy diciendo que estoy ahí para él, y así aprende que mi amor es incondicional; incluso cuando está enfadado, yo voy a estar a su lado”.

En su propia familia, han creado un ritual precioso antes de dormir. Suena una alarma que marca el final del día y se sientan juntos a repasar lo vivido. Comparten cuatro cosas buenas y una que no les hizo sentir tan bien. Esa experiencia difícil se coloca en el centro, rodeada por las otras cuatro que la abrazan. Así, aprenden a hablar de emociones con naturalidad, a reconocer lo vivido y a encontrar un lugar seguro para expresarse.

Por último, Anna nos recuerda algo esencial: cuidar a veces puede ser agotador, y no siempre llegamos a todo. Por eso, es clave soltar la exigencia y pedir ayuda cuando se necesita. “Hacer lo que podamos, aunque sean pequeños gestos, ya es mucho”.

Bebé tumbado boca abajo sobre una cama, recibiendo un masaje suave en la espalda, con expresión relajada y contenta.

Porque cuidar no es solo aplicar una crema o proteger la piel. Es estar realmente presente, en esos pequeños momentos que a veces pasan desapercibidos pero que, sin darnos cuenta, construyen confianza, seguridad y cariño. Es aceptar que no siempre es fácil, que habrá días de rabietas y caos, pero también de risas, juegos y abrazos que lo compensan todo.

Si te interesa descubrir cómo transformar esos instantes cotidianos en espacios de conexión y ternura, escucha el episodio completo en la app de ISDIN, donde Anna comparte ideas y herramientas para que el cuidado se convierta en algo más que una rutina: un verdadero acto de amor.

  1. Pustisek N, Sikanić-Dugić N, Hirsl-Hećej V, Domljan ML. Acute skin sun damage in children and its consequences in adults. Coll Antropol. 2010 Apr;34 Suppl 2:233-7. PMID: 21302727.

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Artículo escrito y revisado por:

Sara Iborra

Sara es copywriter creativa y estratega de marca. Vive entre palabras y conceptos, siempre con un ojo en las tendencias y otro en cómo convertirlas en ideas que conecten. ¿Sus imprescindibles? Un buen cacao y una crema solar facial bien ligera.